¿Tengo que eliminar a mi ego?

Ego, en latín, significa yo. Por lo tanto, podría traducir esa frase por «¿Tengo que eliminar a mi yo?».

Pues la respuesta es sí y no.

Vamos a empezar por la que parece más sencilla de responder, que es «no».

Primero, ese «tener que», la supuesta obligación que nos tiene ocupados, aunque sea en un futuro más o menos cercano, y nos da la sensación de no estar demasiado ociosos, cosa que nos suele molestar porque estamos en la sociedad del hacer y hacer, y parece que estar en quietud no es productivo.

Luego, eliminar mi ego podría llevarme a una idea equivocada. ¿Anulo mi personalidad, me elimino, me mato/suicido? Suena de locos, ¿no?

Si tengo en cuenta que ego es esa parte de mi personalidad que parece mandar, pero que, realmente, no soy, estaría bien eliminar ese control que ejerce y me hace sentir mal, pero ¿por qué tendría que eliminarlo? puesto que el ego existe por algún motivo.

Somos seres que vivimos en tribu y necesitamos de esa identidad propia dentro del grupo, aunque venga, a veces, alimentada por el mismo y no por nuestra individualidad. Aun así, esa «identidad» nos salva en ocasiones y nos permite también aprender y seguir avanzando en nuestro camino espiritual (aunque para eso haya que estar un poco «al loro»).

Ahora bien, si la respuesta es «sí», ¿qué ocurriría al matar a mi ego? 

Pues que eliminaría esa parte molesta de la que hablamos y que parece necesario quitar del medio para vivir desde mi esencia verdadera. Viviría desde donde no tengo lugar para «egos» y conectaría con el universo, para vivir en coherencia. Pero si lo elimino, ¿desde dónde lo estaría haciendo?

Si intento, si creo o pienso que estoy eliminando al ego, lo estoy haciendo desde la propia mente y estoy en un juego sin fin, que solo me va a tener dando vueltas, engañada por la propia mente que puede, perfectamente, estar hablando de «eliminar a la mente» para hacerme creer que lo estoy consiguiendo.

Te pongo un ejemplo: una persona empieza a meditar y considera que vive demasiado apegado al ego y eso no le permite ser «espiritual», por lo tanto, decide actuar como se supone que haría alguien que ha transcendido al ego: medita todos los días una hora o más; cuando ve que se va a enfadar, reprime sus emociones porque considera que alguien que medita ya no se puede enfadar; intenta no hablar mal de nadie, pero piensa que las personas que no actúan de una manera pausada, «meditativa», deberían meditar para vivir más relajadamente. Cree que sabe lo que le conviene a los demás, puesto que le ha ido muy bien, y eso es bueno, pero empieza a no tolerar a ciertas personas, a intentar convencer de que el suyo es el mejor camino y habla a todos sobre lo que deberían hacer, como meditar, alimentarse de tal manera, «no hablar desde el ego»… Y puede que sean buenos consejos, pero si lo hace desde la intolerancia, desde el engaño a sí mismo, porque no reconoce su propia sombra, significa que vive esclavizado por su ego espiritual, lo que viene siendo casi peor que un ego «terrenal».

Por lo tanto, lo ideal sería integrar todo aquello que vivimos. Integrar sabiendo lo que nos hace crecer y lo que no, sabiendo dónde «colocar» aquello que nos lastra y pesa, que no nos deja seguir caminando para poder ponerle luz y aprender lo que nos viene a enseñar y sin dejarnos arrastrar por aquello que nos hace caminar más ligeros.

Es decir, sin apegarse a nada y mirando todo con el corazón, para lo que se me ocurre que puede ser bueno dejar de intentar, dejar de hacer y, simplemente, confiar, mostrando a la mente la forma en que respiro, vaciándola de la locura que la mueve a diario. Dejar de hacer, quedarse en quietud y dejar que la vida ocurra, observando sin miedo, confiando en que todo está bien. 

Sí, ya sé que suena a que estoy aconsejando como lo haría la persona del ejemplo que he puesto, pero no estoy intentando convencer a nadie. Te sugiero y, si te resuena, prueba, y si te funciona, quédatelo; si no, pasa a otra cosa. Parece un poco complicado, pero si intentas controlar lo que pasa en tu vida, lo que te va a traer es estrés e infelicidad, porque no controlamos nada.

Como siempre digo, con cariño y como si fuera un juego. Deja que tu ego se divierta, se desmande, se ponga ñoño, se quera suicidar, se haga el dueño, crea que lo ha logrado y obsérvalo, permanece desde tu esencia observando todo y diviértete todo lo que puedas en el proceso.

Namasté («La luz divina que habita en mí honra a la luz divina que habita en ti»)

¿Por qué?

La muerte no existe, la gente solo muere cuando la olvidan. Si puedes recordarme, siempre estaré contigo.

Isabel Allende

En nuestra mente, no hay espacio para pensar en la muerte y, cuando alguien cercano fallece, intentamos que no «nos toque» demasiado. Tememos enfrentarnos a lo que surge en nosotros porque duele.

Después llega el sufrimiento porque no entendemos nada y no encajamos lo que ha sucedido.

Cuando un ser querido fallece, tardamos un tiempo en reaccionar. Lo normal es que sintamos un descoloque total; más todavía, si es una persona muy allegada. No podemos creer que se haya marchado definitivamente y nos engañamos pensando que está de viaje y que va a volver.

Nos enfadamos porque la vida nos la «ha quitado» y no queremos hacer nada porque la vida «no se lo merece».

Vivimos un tiovivo emocional en el que vamos recomponiendo nuestro corazón y, también, nos dejamos llevar por la desesperación o el enfado.

Con el tiempo, conseguimos encajar la idea de la pérdida en algún lugar en el que no nos hace tanto daño, en el que los recuerdos son tristes, pero no nos arrastran a un sentimiento de desesperación y angustia.

Yo todavía no lo he conseguido. Sigo sin creerlo y a ratos, me siento enfadada. Se suele solapar un sentimiento y otro, así que lo que hago para estar bien es dejarlo aparcado.

Hay meditaciones muy hermosas que te ayudan a conectar con esos seres queridos de manera «mental» y te hacen sentir muy bien. Dependiendo de tu habilidad con las visualizaciones o tus creencias, con esto bastará, pero a veces no es así.

A pesar de entender con la mente que nuestros seres queridos ahora están mejor porque ya se liberaron de la enfermedad, he de reconocer que me cuesta estar tranquila. Siento que tiene sentido el que se hayan ido a un lugar mejor, pero…

Recuerdo una película en la que un niño que ha perdido a su madre está llorando y le dice a alguien que entiende que llorar porque su madre se ha marchado es egoísta, porque llora por él, porque ya no tiene a su madre con él. Reconozco que hay que ser muy maduro para soltar de esa manera a alguien, y más aún si es una madre, pero tiene razón.

Lloramos porque ya no vamos a hablar más con esa persona (o no vamos a escucharla) y no vamos a abrazarla, no vamos a reír juntos, y todas las cosas que hacíamos antes en vida. Nos preguntamos por qué; ¿por qué se tuvo que ir? ¿por qué tuvo que sufrir una enfermedad? Incluso ¿por qué no se va la gente que no se merece vivir y dejan a mis seres queridos en paz? No sé, es difícil no comportarse egoístamente cuando muere alguien querido.

Por otro lado, la vida es un constante regalo y tengo ocasión de hablar con personas hermosas (por dentro), como mi hermano, que a pesar de estar atravesando los peores días de su vida después de haber perdido a su alma gemela (a la encarnación de su alma, claro), me muestra su coraje, su Amor y su compromiso con la vida. Cosas que aprendió de mi cuñada en parte, pero que traía él de serie y que tengo la suerte de poder atestiguar.

Me gustaría que no me afectara tanto; haber nacido en alguna cultura en la que la muerte no tiene ese lugar «siniestro»; haber comprendido y vivirlo con naturalidad, sin dolor, pero no es así.

Siento que, en los momentos más duros de nuestra vida, es bueno abrir el corazón y abrazar nuestra vulnerabilidad, porque no es en vano que estamos viviendo algo así. Las lecciones, eso es seguro, van a ser de las más importantes que podamos aprender en nuestra vida.

Por eso, doy gracias por haber podido compartir tiempo en la vida con esas personas bonitas que me han enseñado tanto y que ahora llevo en mi corazón.

Nos vemos.

Meditación, Reflexión, Universo, Persona, Centrar

Estoy harta

Estoy harta de aparentar que todo va bien.

Estoy harta de poner buena cara a pesar de no estar bien.

Estoy harta de tragarme emociones que no son fáciles de digerir, ni para mí ni para los demás.

Estoy harta de ver el lado positivo a todo.

Estoy harta de intentar agradar y complacer a todos.

Estoy harta de escuchar lo que hay que hacer para tener buenas relaciones, vivir más sano o tener ingresos con lo que te apasiona y sin moverte de casa.

Estoy harta de que me bombardee con correos la gente que, como yo, quiere encontrar eso que llaman «nicho de mercado» para poder vivir de lo que nos gusta.

Estoy harta de ser tan comprensiva y paciente.

Estoy harta de que me haga tan responsable de todo lo que pasa a mi alrededor. Quiero echarle la culpa al mundo de lo que me pasa y quedarme tan a gusto.

Estoy harta de no valorarme y dejar que los demás tampoco lo hagan.

Estoy harta de caerme y tenerme que levantar. Y si quiero quedarme un rato ahí tirada?

Estoy harta de intentarlo una y otra vez y que nunca sea suficiente.

Estoy harta de estar harta.

¿Cambiará esto algo?

Feliz con la vida

Me siento feliz por el regalo que recibo cada vez que comparto la meditación.

Tengo la sensación de servir de enlace entre la consciencia de quien me acompaña y su esencia. Es maravilloso poder atestiguarlo.

Al principio, planeaba cada sesión, pero siento que es mucho más bonito dejar que fluya; conectar con mi esencia y desde ahí, dejar que suceda lo que tenga que suceder.

Ahora comparto sesiones online para quien esté lejos, quien no pueda o quiera apuntarse en un centro o, simplemente, quien quiera la comodidad de su casa.

Lo he llamado «Medita desde casa conmigo».

Medita desde casa conmigo

Todos tenemos ahora una cuenta de Google, aunque no la usemos, porque hay que reconocer que es imposible escapar de este gigante de internet.

Me hablaron bien de Google Meet; que se escucha y se ve bien, que no tiene cortes ni tiene límite de tiempo y que se pueden conectar bastantes personas en una videoconferencia, así que lo probé, me gustó y ahí he comenzado mi nueva andadura.

He llamado a esta etapa de compartir la meditación así, «Medita desde casa conmigo», jugando con el doble sentido que tiene en meditación la palabra «casa», puesto que lo hacemos desde nuestros hogares y también porque regresamos a nuestra casa, es decir, a nuestro interior, nuestra esencia.

De momento, la experiencia va muy bien. Nos reunimos este lunes y estuvimos compartiendo una hora de atención plena que fue muy enriquecedora.

Así que, si te apetece volver o empezar a meditar en grupo, no lo dudes, este espacio te va a ayudar a encontrar esa paz que todos anhelamos y que está muy cerca; en casa, en nuestro interior.

Para qué meditar

Cada uno de nosotros llega a la meditación por un motivo y en el momento que tiene que ser, ni antes ni después. Y cada uno va notando sus propios beneficios, o como quieras llamarlos.

Todos llegamos con una mochila donde llevamos nuestra historia y los deberes que venimos a hacer en esta vida, así que nadie puede decirte cómo vivir mejor tu vida. Solo tú, desde tu esencia, sabes cuál es tu camino y al meditar, conectas con ese lugar en tu interior donde está todo lo que andas buscando fuera.

No digo que meditar sea sentarse y sentirse bien, pero sí que te sientes mejor. Como poco, te relajas, que eso puede ya ser un buen regalo.

Y como digo en el cartel, aprendemos a ir viviendo más en el presente, que es eso tan chulo que se suele decir de vivir el aquí y el ahora. Es decir, no estar anticipando lo que nos va a ocurrir (porque solemos ser negativos) y tampoco vivir anclados en el pasado, pensando en lo que pudo ser o en por qué fue así, qué injusta es la vida y cosas por el estilo.

Desde mi experiencia personal te puedo decir que, cuando me quedo en el aquí y el ahora puro, siento que no hay nada que esté mal, que sea malo o ningún otro adjetivo negativo. Estoy tranquila y acepto sin más. Pero, eso sí, hay que estar en muchos «aquís y ahoras» al cabo de la semana para que puedas sentirte descansado cuando llega el fin de semana; no os voy a engañar.

Se suele decir que, cuando meditas, el mundo a tu alrededor no cambia, lo que cambia es tu manera de mirarlo y suele ser para bien, así que ¿por qué no intentarlo?

Total, solo se trata de «sentarse y sentirse»…

Para los que os iniciáis en la meditación, quizá os interese este otro post que colgué hace un tiempo en el que explico detalles importantes sobre la postura: https://meditamablog.wordpress.com/2020/05/07/la-postura-en-la-meditacion-sedente/

Namasté

Lentejas

Eso es lo que comimos el día que mi abuela falleció. Lo recuerdo no sé muy bien por qué; supongo que porque fue un día extraño, en el que yo, con 7 años, no entendía nada; ni qué hacía toda el mundo junto a la cama de mi abuela mientras ella dormía ni por qué lloraba mi madre.

Hoy estaba preparando lentejas mientras era yo la que lloraba por la marcha de mi tío. Sentía que cumplía con un ritual, como si las lentejas cerraran un ciclo o me hablaran de que pasa el tiempo y hay cosas que siguen igual, solo que yo miro de otra manera. Y es que llevamos varios días posponiendo hacerlas y justo hoy, ha tocado…

También pensaba que no sé si lloro porque ha fallecido mi tío o porque se ha marchado alguien más del clan, un trocito más de mí, de mi padre, que a fin de cuentas, es otro trocito en mí (lo digo porque este tío era hermano de mi padre).

Sentir que la familia está un poco más hueca, que habrá quién lo sienta más todavía, que somos una cadena y que al final, lo que un eslabón siente se traslada a lo que siente el eslabón de al lado…

Si no es exactamente por la falta de la persona que fallece, creo que lloramos por lo que afecta al clan, al grupo. Es energía que fluye y siento que le da más vida al sentido y más sentido a la vida.

Una vez escuché en una peli que llorar por alguien que fallece es egoísta, porque realmente se llora porque esa persona ya no va a estar más en tu vida (física) y «perdemos» aquello que nos daba. Puede ser, pero, como digo, miro ahora de otra manera y siento a aquellos que se han ido en detalles de la vida, como esas lentejas que comía el día que falleció mi abuela.

Cerrando ciclos

9 claves para establecer límites saludables

¿Cómo establecer límites saludables amable y proactivamente? No es una tarea fácil y, a menudo, resulta bastante intimidante. Decirle a la gente lo que necesitas puede parecer egoísta, agresivo o, incluso, maleducado. Pero es importante: los límites nos permiten sentirnos seguros y respetados, tanto física como emocionalmente. Honrar nuestros límites nos ayuda a cuidarnos mejor, a sentir confianza, prevenir el agotamiento e infunde mayor significado y autenticidad a nuestras relaciones.

Y existe una forma de hacerlo que protege nuestros intereses y ayuda a nuestros seres queridos a entendernos mejor.

Aunque no nos enseñaron esta habilidad vital a la mayoría de nosotros, nunca es tarde para empezar a explorar cómo podríamos beneficiarnos de establecer unos mejores límites. Aquí os dejo unas cuantas formas para empezar:

1 | Conectarse

Nuestros cuerpos siempre nos mandan señales cuando estamos acercándonos a uno de nuestros límites personales. Fíjate si sientes que tu mandíbula se aprieta o tus puños se cierran. Quizás estás empezando a sentir vergüenza o a sudar. ¿Quizás lo notas en tu garganta o en tu estómago? Cualquiera que sea la señal, honra lo que tu cuerpo te cuenta y tómate tu tiempo para explorar tu malestar y entender el límite que está surgiendo.

2 | Entiende tus prioridades

Tu tiempo es un recurso limitado y valioso. Si intentas complacer a todos, no solo estás comprando un billete de ida al agotamiento y el resentimiento, sino que también estás negándote el placer y el crecimiento de enfocarte en lo que vales. La próxima vez que digas «sí» a alguien, asegúrate de que no estás diciéndote «no» a ti. Escribe una lista con tus prioridades y compárala con a qué dedicas el tiempo ahora y en qué gastas tu energía para así evaluar si necesitas algún ajuste.

3 | Comunícate con claridad

Practica decir «no» cuando no quieres hacer algo. No tienes que dar explicaciones o poner excusas. Las siguientes frases son respuestas completas: «No, gracias», «Gracias, pero no puedo.»

Si alguien que te importa ha traspasado tus límites, puedes querer darles más información. Aquí te dejo un borrador muy útil para expresar tu frustración:

Cuando tú ___________, sentí que ______________. 

Por favor, no ___________. 

_____________ es importante para mí. 

Por ejemplo: 

«Cuando les dijiste a nuestros amigos lo que estaba pasando en mi familia, me sentí herida y avergonzada. Por favor, no compartas cosas sobre mí sin mi consentimiento. Mi privacidad es importante para mí.»

4 | Acostúmbrate a tu incomodidad

Si no estás acostumbrado a afirmar tus límites, puede que te sientas incómodo, asustado, culpable o nervioso cuando pongas un límite personal. Date espacio y tiempo para reforzar tu tolerancia. Puede que también te sientas mejor si haces algún ejercicio de respiración, meditas o hablando con un amigo de confianza o un terapeuta.

5 | Date espacio

Si te pillan con la guardia baja y traspasan uno de tus límites, pero no estás seguro de cómo responder, date permiso para volver a la conversación después de que hayas tenido tiempo para reflexionar y centrarte. Intenta decir algo como «Necesito tiempo para pensar sobre lo que ha pasado. Me gustaría retomar esta conversación dentro de un rato.»

6 | Los límites pueden ser flexibles

Nuestros límites cambiarán dependiendo de las personas y pueden cambiar, pasado un tiempo, dependiendo de las condiciones de tu vida y de cómo evolucione una relación. Es crucial que te reconectes contigo mismo para asegurarte de que tus normas (en las relaciones) están bien para ti. Si tus límites son muy rígidos o si son muy laxos, puede que estén indicando que algo no funciona. Si este es el caso, podría ser una buena idea que busques apoyo.

7 | Prepárate

Que no te sorprenda si algunos reaccionan de una forma un tanto pobre ante tus normas. Puede que la gente controladora, manipuladora, abusadora o cuyos límites son poco saludables, reaccionen cuando establezcas un límite. Tú puedes expresar tus límites de una manera compasiva, pero no te corresponde hacer que estén bien para ellos.

8 | Crea consecuencias

Cultiva la claridad en lo que quieres hacer si alguien no respeta tus límites de manera reiterada. ¿Le darías un descanso a esta relación? ¿Dejarías de trabajar con ellos? Elige algo que estés deseando y preparado para hacer y permanece ahí. Si esto supone un reto para ti, no lo hagas solo: pide a un amigo en el que confíes, un familiar o a un terapeuta que te ayude.

9 | Respeta los límites de los otros

La gente a menudo nos da pistas físicas y verbales sobre sus propios límites. Fíjate si dan un paso atrás, si evitan el contacto visual o si parecen incómodos. Desde luego, cada uno de nosotros es único y las pistas de unos no significan ni comunican lo mismo que las de otros. Por último, si no estás seguro de los límites de alguien, siempre puedes preguntar: «¿Quieres que te haga algún comentario?» o «¿Puedo hacerte una pregunta personal?»

Fuente: https://www.calm.com/blog/9-tips-for-setting-healthy-boundaries?utm_medium=email&utm_source=lifecycle&utm_campaign=newreleases_08092020

Traducción: Amalia Martínez Céspedes

Señales de luz

La luz de los faros ha guiado a los marineros desde tiempos inmemoriales para que supieran dónde estaba la costa.

Encendemos la luz al entrar en una habitación a oscuras.

Ponemos lámparas de mesa para ver mejor.

De noche, no pasamos por una calle que no tenga luz.

Sin luz no vemos.

La luz.

Luz es sinónimo de sabiduría. Oscuridad, de ignorancia.

La mente crea luces y sombras con su parte subconsciente, recóndita y desconocida.

Qué maravilla encontrarme este texto que escribí hace unos años entre los borradores. Me ha parecido refrescante y muy bonito (si es que se me permite decirlo…).

La mente está constantemente presente en nuestro día a día. No hacemos nada que no pase por su filtro y nos gusta re pensar todo mucho (a unos más que a otros) antes de actuar. También nos gusta mucho hacer, porque así sentimos que somos alguien, que tenemos una personalidad y una forma de pensar que nos define a través de nuestros actos. Pero la mente es cambiante, así que buscar una definición de nosotros mismos a través de lo que pensamos es perdernos en la infinitud de pensamientos que podemos generar. Y, además, no nos percatamos casi nunca, pero estos pensamientos pueden ser totalmente contradictorios, negativos, histéricos, fantasiosos… ¿de verdad crees que eres eso? Párate y escucha tus pensamientos.

¿Notas que al pararte a escuchar «algo» no puedes ser ese «algo»? Al igual que no eres ese gorrión que ves posado en el suelo o ese coche que pasa por delante de ti.

Y, sin embargo, sientes que eres. ¿Por qué empeñarse en ser «algo»? Ahora eres «algo» y dentro de un rato puedes ser un «algo» distinto porque tus circunstancias cambian.

Si te paras de nuevo, sientes que lo que no cambia es el propio cambio, que siempre está presente. Al igual que eso que no puedes definir muy bien con palabras y podrías llamar luz interior. Es como una voz que te habla desde tu interior y que, a veces, no escuchas porque hay mucho ruido exterior.

El Universo es luz y tú eres Universo, un pedacito de él si quieres, pero luz al fin y al cabo. Eres tu propio faro en mitad de la noche, solo has de seguir el haz de luz que te lleva de vuelta a casa. Sin dar vueltas, sin dejar de confiar en esa voz interior, sabiendo que todo es y que tú eres, sean cuales sean las circunstancias de alrededor.

Meditación (El milenario arte de vivir en el presente)

Hace unos meses, edité el primer número de una revista muy personal. Era un sueño y podría decir que una cabezonería mía, porque quería que fuera en papel, a pesar de lo que me decía la gente. Y sí, la gente tenía razón; hoy en día, las pantallas digitales se han impuesto y el imprimir en papel parece algo arcaico.

Ha sido toda una enseñanza y no lo doy por cerrado, porque creo que moví una gran cantidad de energía como para dejarlo en el olvido. Edité dos números y ahí decidí parar porque me supone un gasto en un momento económico delicado y en el que prefiero hacer gastos de otro tipo. Bueno, me concedo el premio de haberlo intentado y de ponerle mucha ilusión. De hecho, me gusta mucho cómo ha quedado y es mi intención que la idea siga dándome alegrías (y si quiere y es necesario, algún palo, por qué no?).

Estando así las cosas, me gustaría compartir uno de los apartados que más me gustó y costó crear: las noticias positivas. No es que me costara porque no me guste hablar de cosas buenas, pero quería que fueran noticias de una cierta relevancia, como para dejar claro que, si en el telediario parece que el mundo está fatal, también hay cosas positivas muy importantes.

Al comienzo de la pandemia por el coronavirus, se hizo más importante este empeño que tengo de hablar de cosas positivas. Incluso gente experta en el tema ha respaldado esta idea al explicar lo delicado del «estado de ánimo» del sistema inmunológico que puede ser atacado por cualquier sitio sin darse cuenta.

Había que subir las vibras! Era cuestión de vida o muerte!

Y así es que se me ha ocurrido colgar algunas de esas noticias que publiqué para seguir con ese impulso al ánimo, porque el estado de alarma puede que finalice el día 21 y puede que volvamos como locos a lo que consideramos la normalidad, pero todo este lío ha dejado un fuerte poso de «…» (cada uno que ponga lo que crea que corresponde) en nuestra mente, cerebro, subconsciente o donde sea que queramos esconder este sentir que es seguro que llevamos, porque no es posible que algo tan gordo haya pasado desapercibido para nosotros, que somos unos observadores natos.

Con mis mejores deseos:

Mercadona sustituye las bolsas de plástico por bolsas de papel y de material reciclado (info.mercadona.es – 15 de abril de 2019)
A partir del 15 de abril, en todas las tiendas habrá tres opciones para realizar la compra: bolsas de papel, bolsas con un 50-70% de plástico reciclado procedente del embalaje utilizado en sus tiendas y cestas de rafia.
Detenidos ocho intermediarios de una red de tráfico de personas de Irak, Siria y Afganistán (https://ebuenasnoticias.com – 18 de julio de 2019)
Captaban inmigrantes con visados falsos para acceder al espacio Schengen. Se embolsaban unos 2 000 euros por cada documento, cantidad que aumentaba si el «cliente» quería que le acompañaran al cruzar la frontera.
H&M, Timberland y Vans no usarán cuero de Brasil hasta que estén seguros de que no causa daños al medio ambiente (Greenpeace – 21 de septiembre de 2019)
Estas compañías, además de otras, están ejerciendo presión y se están posicionando en defensa de la Amazonía mediante decisiones como esta.

Un curso sobre la felicidad triunfa en la universidad de Yale (https://www.elmundo.es – 10 de febrero de 2018)
«La psicología y la buena vida» se ha convertido en la clase más popular de la historia en la prestigiosa universidad. 1 de cada 4 estudiantes —1 200 personas en total— buscan las claves para ser feliz a través de esta materia.
Mindfulness en algunos colegios ingleses, asignatura obligatoria (www.as.com – 8 de octubre de 2019)
370 escuelas de toda Inglaterra enseñarán a los niños a meditar, técnicas de relajación muscular y ejercicios de respiración para rebajar las cifras de depresión y ansiedad.
Éxito de la I San Silvestre solidaria de Málaga (https://www.cuentamealgobueno.com – 1 de enero de 2020)
El éxito de la prueba se debe a que se ha completado el total de inscripciones abiertas y se ha conseguido un gran donativo que va destinado a la Casa del Sagrado Corazón —Cottolengo—.
La logopedia contribuye a mejorar la comunicación de las personas con esclerosis múltiple (http://www.buenasnoticias.es – 9 de enero de 2020)
Las técnicas de terapia miofuncional, donde se trabaja la musculatura orolinguofacial (a nivel sensitivo y motor), resultan muy efectivas. Si la enfermedad es remitente recurrente —el 85 % de los casos— y se encuentra en un estadio inicial, es posible recuperar la capacidad del habla.

2º ejemplar de la revista «Meditación».
Cubierta de la revista «Meditación».

Al borde de un agujero negro

El lunes estuve al borde de la locura.

Creí perder totalmente la cordura. Por momentos sentí que nunca había estado en un lugar tan lejano, tan oscuro.

Pensé que no había vuelta atrás. Si hubieran venido con una camisa de fuerza y me hubieran llevado a un sanatorio, me hubiera dejado llevar, dócil como un cordero.

A veces me he sentido desamparada, desconsolada, triste, enfadada, incomprendida, pero nunca había llegado a este grado de locura.

La emoción que me embargó el lunes sobrepasó toda razón.

Puede parecer que así justifico mi comportamiento, pero no me estoy justificando; estoy expresando, de alguna manera, lo que viví dentro, lo que sucedió en mi mente.

Estuve de pie, al borde de un agujero negro, que me llamaba para que me tirara a él, para que me perdiera en él.

En principio me pareció una mala idea; me asustaba mucho.

Ahora, con la calma de los días pasados, pienso que quizá no fuera tan malo. Yo soy de las que piensa que, para transcender algo hay que atravesarlo y, para atravesarlo, hay que perderse para luego encontrarse.

Aun así, tuve miedo de desintegrarme; de no volver a ser nada. Y todo se debía a la incomprensión.

¿Cómo podía estar hablando el mismo idioma y no entender nada de lo que se decía?

También era incapaz de decir lo que realmente pensaba o sentía. Era tal la desesperación, que el cerebro simplemente escupía emociones al azar.

Tenía miedo. Necesitaba una mano amiga y no la encontraba; estaba ciega.

Dicen que lo que llega es lo que necesitas. A los dos días, fui capaz de escribir palabras bonitas sobre lo que me sucedió.

En serio, creí perder la razón. Me he enfadado muchas veces; he discutido; he llorado, pero el lunes fue la mayor expresión de… ni siquiera sé de qué.

Estoy intentando poner en palabras emociones que me traspasan, que jamás creí que sentiría; que ni siquiera sabía que existían.

Cuántas veces he visto películas en las que aparecen personas enajenadas, que hacen cosas ilógicas, porque supuestamente sufren algún desequilibrio mental. Pero jamás se me pasó por la imaginación que yo podría sentirme así.

No quiero preguntarme por qué, aunque sea inevitable. Lo que quiero es vivir tranquila y disfrutar de los regalos que me hace la vida todos los días.

Sé ver el lado positivo de todas las cosas, aunque pueda sonar demasiado optimista lo de “todas las cosas”, pero sí; mi vida no ha sido horrible, pero he vivido ya algunos episodios dolorosos y sé que salgo fortalecida cuando sigo adelante.

Aun así, sigo temiendo caer otra vez en la misma desesperación, así que quiero aprender alguna canción que pueda silbar si llega la ocasión; para alejar a la desesperación con la vibración del silbido, dejando que pase lo que tenga que pasar.

Parar o no parar

Eso de buscar la relajación, la tranquilidad, el silencio por medio de técnicas milenarias es algo ya muy extendido entre aquellos que tenemos inquietud por conocer, por saber algo más sobre todo, porque sabemos (o creemos saber) que a través de la quietud llega la calma y con ella, la tan ansiada felicidad al encontrarnos en un estado de serenidad.

Después de varias semanas encerrados en casa, nos hemos podido dar cuenta de la oportunidad que nos ha llegado de parar, sí o sí; de dejar de ir de acá para allá como locos; de hacer las cosas a otro ritmo, de disfrutar de los pequeños detalles, de los seres queridos. Parece que ahora se nos da un poco mejor eso de valorar lo importante y dejar lo accesorio para después.

Pero también es cierto que, detrás de esta quietud, hay mucho movimiento. Porque, lo queramos admitir o no, hay mucha inquietud, mucha incertidumbre por lo que pasará a continuación. Venimos con una inercia muy antigua por preocuparnos por las cosas que todavía no han pasado y ahora, en este frenazo que nos ha obligado la vida a dar, se hace más patente.

Hay quien tiene mucho ingenio e idea planes para que no se le venga la casa encima; hay quien tiene niños pequeños en casa y si no ingenia algo a cada momento, son los niños los que se le vienen encima; hay quien tiene miedo, sencillamente, de volverse un inútil, sin nada que hacer; y también hay quien tiene miedo de lo que está descubriendo en este impase tan extraño que se está viendo forzado a vivir.

Hay gente que, aunque quiera parar, no puede (de una manera física) porque tiene que seguir trabajando —e incluso seguir trabajando más que nunca (como algunos empleos que son muy necesarios en esta crisis)—, pero se da cuenta de que algo muy grande está cambiando.

Todo esto, de alguna u otra manera, es lo que suele sucede cuando nos sentamos a meditar. Quien más, quien menos, ingenia algo que hacer, porque su naturaleza es inquieta; hay quien tiene miedo de lo que se va a encontrar en su interior y se engaña o parapeta en ideas que ha escuchado sobre la mente en blanco o vaya uno a saber lo que les ofrece la mente en esos momentos de «parón mental».

Y hay quien se tira a la piscina, deseoso de conocer esos rincones que suelen permanecer bastante abandonados mientras estamos viviendo todo eso que planeamos.

Imagen de congerdesign en Pixabay

Parar o no parar, he ahí el dilema. Si paro, me siento extraño y mi cuerpo me manda mensajes como hinchazón en las piernas, dolores que antes no tenía… Si paro, mi mente se agita, porque «piensa» que no la necesito y me ofrece todo tipo de historias para que no deje de «comerme el coco» sobre lo que debería hacer, lo que no estoy haciendo, y mil y una torturas más.

Si no paro, puede que no me dé cuenta; pero también puede que me sienta extraño por no aprovechar la ocasión, por no hacer lo que hace todo el mundo —o no hacer lo que no hace todo el mundo—. Si no paro, puede que me entre miedo, por no estarme cuidando; o culpa, por poner en peligro a más gente, por no quererme incluir en el grupo…

Estas son solo algunas de las ideas que pueden estar pasando por nuestra mente en estos momentos, pero sea lo que sea, abrámosles la puerta e invitémosles a entrar, como nos decía en un hermoso poema el gran erudito Rumi: