¿Tengo que eliminar a mi ego?

Ego, en latín, significa yo. Por lo tanto, podría traducir esa frase por «¿Tengo que eliminar a mi yo?».

Pues la respuesta es sí y no.

Vamos a empezar por la que parece más sencilla de responder, que es «no».

Primero, ese «tener que», la supuesta obligación que nos tiene ocupados, aunque sea en un futuro más o menos cercano, y nos da la sensación de no estar demasiado ociosos, cosa que nos suele molestar porque estamos en la sociedad del hacer y hacer, y parece que estar en quietud no es productivo.

Luego, eliminar mi ego podría llevarme a una idea equivocada. ¿Anulo mi personalidad, me elimino, me mato/suicido? Suena de locos, ¿no?

Si tengo en cuenta que ego es esa parte de mi personalidad que parece mandar, pero que, realmente, no soy, estaría bien eliminar ese control que ejerce y me hace sentir mal, pero ¿por qué tendría que eliminarlo? puesto que el ego existe por algún motivo.

Somos seres que vivimos en tribu y necesitamos de esa identidad propia dentro del grupo, aunque venga, a veces, alimentada por el mismo y no por nuestra individualidad. Aun así, esa «identidad» nos salva en ocasiones y nos permite también aprender y seguir avanzando en nuestro camino espiritual (aunque para eso haya que estar un poco «al loro»).

Ahora bien, si la respuesta es «sí», ¿qué ocurriría al matar a mi ego? 

Pues que eliminaría esa parte molesta de la que hablamos y que parece necesario quitar del medio para vivir desde mi esencia verdadera. Viviría desde donde no tengo lugar para «egos» y conectaría con el universo, para vivir en coherencia. Pero si lo elimino, ¿desde dónde lo estaría haciendo?

Si intento, si creo o pienso que estoy eliminando al ego, lo estoy haciendo desde la propia mente y estoy en un juego sin fin, que solo me va a tener dando vueltas, engañada por la propia mente que puede, perfectamente, estar hablando de «eliminar a la mente» para hacerme creer que lo estoy consiguiendo.

Te pongo un ejemplo: una persona empieza a meditar y considera que vive demasiado apegado al ego y eso no le permite ser «espiritual», por lo tanto, decide actuar como se supone que haría alguien que ha transcendido al ego: medita todos los días una hora o más; cuando ve que se va a enfadar, reprime sus emociones porque considera que alguien que medita ya no se puede enfadar; intenta no hablar mal de nadie, pero piensa que las personas que no actúan de una manera pausada, «meditativa», deberían meditar para vivir más relajadamente. Cree que sabe lo que le conviene a los demás, puesto que le ha ido muy bien, y eso es bueno, pero empieza a no tolerar a ciertas personas, a intentar convencer de que el suyo es el mejor camino y habla a todos sobre lo que deberían hacer, como meditar, alimentarse de tal manera, «no hablar desde el ego»… Y puede que sean buenos consejos, pero si lo hace desde la intolerancia, desde el engaño a sí mismo, porque no reconoce su propia sombra, significa que vive esclavizado por su ego espiritual, lo que viene siendo casi peor que un ego «terrenal».

Por lo tanto, lo ideal sería integrar todo aquello que vivimos. Integrar sabiendo lo que nos hace crecer y lo que no, sabiendo dónde «colocar» aquello que nos lastra y pesa, que no nos deja seguir caminando para poder ponerle luz y aprender lo que nos viene a enseñar y sin dejarnos arrastrar por aquello que nos hace caminar más ligeros.

Es decir, sin apegarse a nada y mirando todo con el corazón, para lo que se me ocurre que puede ser bueno dejar de intentar, dejar de hacer y, simplemente, confiar, mostrando a la mente la forma en que respiro, vaciándola de la locura que la mueve a diario. Dejar de hacer, quedarse en quietud y dejar que la vida ocurra, observando sin miedo, confiando en que todo está bien. 

Sí, ya sé que suena a que estoy aconsejando como lo haría la persona del ejemplo que he puesto, pero no estoy intentando convencer a nadie. Te sugiero y, si te resuena, prueba, y si te funciona, quédatelo; si no, pasa a otra cosa. Parece un poco complicado, pero si intentas controlar lo que pasa en tu vida, lo que te va a traer es estrés e infelicidad, porque no controlamos nada.

Como siempre digo, con cariño y como si fuera un juego. Deja que tu ego se divierta, se desmande, se ponga ñoño, se quera suicidar, se haga el dueño, crea que lo ha logrado y obsérvalo, permanece desde tu esencia observando todo y diviértete todo lo que puedas en el proceso.

Namasté («La luz divina que habita en mí honra a la luz divina que habita en ti»)

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