¿Por qué?

La muerte no existe, la gente solo muere cuando la olvidan. Si puedes recordarme, siempre estaré contigo.

Isabel Allende

En nuestra mente, no hay espacio para pensar en la muerte y, cuando alguien cercano fallece, intentamos que no «nos toque» demasiado. Tememos enfrentarnos a lo que surge en nosotros porque duele.

Después llega el sufrimiento porque no entendemos nada y no encajamos lo que ha sucedido.

Cuando un ser querido fallece, tardamos un tiempo en reaccionar. Lo normal es que sintamos un descoloque total; más todavía, si es una persona muy allegada. No podemos creer que se haya marchado definitivamente y nos engañamos pensando que está de viaje y que va a volver.

Nos enfadamos porque la vida nos la «ha quitado» y no queremos hacer nada porque la vida «no se lo merece».

Vivimos un tiovivo emocional en el que vamos recomponiendo nuestro corazón y, también, nos dejamos llevar por la desesperación o el enfado.

Con el tiempo, conseguimos encajar la idea de la pérdida en algún lugar en el que no nos hace tanto daño, en el que los recuerdos son tristes, pero no nos arrastran a un sentimiento de desesperación y angustia.

Yo todavía no lo he conseguido. Sigo sin creerlo y a ratos, me siento enfadada. Se suele solapar un sentimiento y otro, así que lo que hago para estar bien es dejarlo aparcado.

Hay meditaciones muy hermosas que te ayudan a conectar con esos seres queridos de manera «mental» y te hacen sentir muy bien. Dependiendo de tu habilidad con las visualizaciones o tus creencias, con esto bastará, pero a veces no es así.

A pesar de entender con la mente que nuestros seres queridos ahora están mejor porque ya se liberaron de la enfermedad, he de reconocer que me cuesta estar tranquila. Siento que tiene sentido el que se hayan ido a un lugar mejor, pero…

Recuerdo una película en la que un niño que ha perdido a su madre está llorando y le dice a alguien que entiende que llorar porque su madre se ha marchado es egoísta, porque llora por él, porque ya no tiene a su madre con él. Reconozco que hay que ser muy maduro para soltar de esa manera a alguien, y más aún si es una madre, pero tiene razón.

Lloramos porque ya no vamos a hablar más con esa persona (o no vamos a escucharla) y no vamos a abrazarla, no vamos a reír juntos, y todas las cosas que hacíamos antes en vida. Nos preguntamos por qué; ¿por qué se tuvo que ir? ¿por qué tuvo que sufrir una enfermedad? Incluso ¿por qué no se va la gente que no se merece vivir y dejan a mis seres queridos en paz? No sé, es difícil no comportarse egoístamente cuando muere alguien querido.

Por otro lado, la vida es un constante regalo y tengo ocasión de hablar con personas hermosas (por dentro), como mi hermano, que a pesar de estar atravesando los peores días de su vida después de haber perdido a su alma gemela (a la encarnación de su alma, claro), me muestra su coraje, su Amor y su compromiso con la vida. Cosas que aprendió de mi cuñada en parte, pero que traía él de serie y que tengo la suerte de poder atestiguar.

Me gustaría que no me afectara tanto; haber nacido en alguna cultura en la que la muerte no tiene ese lugar «siniestro»; haber comprendido y vivirlo con naturalidad, sin dolor, pero no es así.

Siento que, en los momentos más duros de nuestra vida, es bueno abrir el corazón y abrazar nuestra vulnerabilidad, porque no es en vano que estamos viviendo algo así. Las lecciones, eso es seguro, van a ser de las más importantes que podamos aprender en nuestra vida.

Por eso, doy gracias por haber podido compartir tiempo en la vida con esas personas bonitas que me han enseñado tanto y que ahora llevo en mi corazón.

Nos vemos.

Meditación, Reflexión, Universo, Persona, Centrar