El tarro de galletas

Cuando tienes claro lo que quieres en la vida e intentas ir a por ello, pero según te acercas, se aleja. ¿Has vivido alguna vez esto?

Como el cerdito del vídeo, intentamos llegar hasta donde está nuestro objetivo; damos y damos vueltas a ver de qué manera podemos alcanzar aquello que nos da la felicidad, que nos haga sentir completos. Y lo «atacamos» de mil maneras inimaginables: empezamos por las sencillas, por las que todos pensaríamos; pero, cuando vemos que está jugando a la gallinita ciega con nosotros y nos marea, ¿qué nos queda? Seguir intentándolo, por supuesto.

Pero esta vez, comenzamos a urdir estratagemas más elaboradas para llegar. Y por pensarlo más, por dedicarle mucho tiempo y esfuerzo, pensamos que así es como lo vamos a lograr, pero nuestra «presa» se sigue escabullendo de entre las manos.

¿Qué podemos hacer? ¿Desistir? La verdad es que es tentador a veces y alejarnos un poco de nuestro empeño puede ayudarnos a ver las cosas con un poco más de claridad.

Pero, si lo que perseguimos es nuestro sueño nacido desde lo más profundo de nuestro corazón, un buen día, de la manera más insospechada, cuando menos ahínco le estamos poniendo al asunto, aparece; se da; ahí está, en mitad de la palma de nuestra mano, ese premio tan ansiado y buscado.

Aunque lo mejor de todo es que este no será el final del camino, porque si ya hubiésemos llegado, sentiríamos el vacío; ¿y ahora qué? ¿esto es todo? ¡Ni mucho menos!

Seguramente que al llegar a nuestro objetivo, veamos que después hay más camino. O, como a veces nos sucede al emprender una tarea, nos surgen más ideas por el camino que van enriqueciéndolo, ensanchándolo, aportando nuevas islas por conquistar.

La meta no ha de ser en lo único que nos centremos, porque también el camino hacia esa meta es importante y no sabemos el tiempo que vamos que tener que dedicarle, por lo que es mejor si lo disfrutamos.

¡¡CARPE DIEM!! Disfruta este momento, porque es el único real.